Corría diciembre de 2006. Estaba haciendo el curso de manejo en el ACA y como era cerca de casa, pero no había un bondi que me llevara, iba en bicicleta. Imagínense que con el calor que hacía y que justo mi clase era a las 12.35, no era muy sensual cuando llegaba toda chivada. Claro que no me importaba porque el señor que iba conmigo en el auto olía peor que yo. Pero como toda mujer, tenía que encontrar un incentivo para ir. O sea, un pibe que me calentara. No fue difícil, el tercer día fiche uno. Lo apodé "el punk". El cuarto día lo saludé. El quinto día lo saludé. El sexto día lo saludé. El septimo día lo saludé. El octavo día lo perseguí. El noveno día le dije si caminabamos juntos porque no tenía ganas de pedalear y el décimo día fuimos al jardín japonés después de la clase. Ir al jardín japonés con un chico suena muy romántico pero la realidad es que terminamos garchando en el pasto en Figueroa Alcorta y Sarmiento. O sea, en el planetario. O sea, donde la gente va a correr, pasear y alimentar gansos. O sea, no daba. Como era más joven y más osada estaba todo bien. Ok, reformulo: como era joven y osada estaba todo bien. Ahora que soy grande y tímida culpo a las drogas y está todo bien también. Con el punk nos vimos un tiempo pero la realidad es que nunca supe su nombre. Y de hecho no se porqué estoy contando su historia si la que lo buscó fui yo. Bueno, esto nos sirvió para aprender dos cosas: se puede garchar en espacios públicos y no pasa nada; y el día que aceptas que un hombre jamás te buscó y fuiste vos la que siempre los encontró... te sentis como el orto.
2 comentarios:
Jajajajaj pensé que era una de las muy pocas que buscaban ESE tipo de incentivos para ir a X lugar. Genial. Ahora nunca llegué a algo así con un flaco que haya buscado. Debería intentarlo algún y después te cuento.
me muero... garchar en el planteario sería como ver las estrellas de alguna manera no?!.
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