Papá, si bien es el mejor padre del mundo (y no estoy exagerando, es un capo), nunca se caracterizó por ser el macho de la casa. Es decir, cuando vivíamos juntos y se cortaba la luz, la que iba a ver si habían saltado los tapones con la linterna, era yo. Él se encarga de llamar a alguien que solucione problemas y pagarle. Yo soy más de meter mano o llamar a papá para que llame a alguien que me salve.
Eso fue lo que hice el domingo. Me quedé encerrada del lado de afuera de mi casa con 4 llaves de la puerta de entrada pero ninguna de mi departamento. Y adentro estaba la tarta en el horno. Por suerte estaba con Luli que me prestó su celular para que papá venga al rescate. Claro que papá quería llamar a un cerrajero y yo quería bajar con esa escalera de las mil posiciones desde la terraza al balcón de mi cuarto y de ahí al balcón del living. Después de discutir un rato, tocarle timbre a las otras dos personas que viven en el edificio y darnos cuenta de que estabamos solos en esto, papá decidió, para sorpresa de todos, que subir era más fácil que bajar y que ibamos a trepar por el contrafrente del edificio. Subimos juntos hasta el balcón del 1er piso, deshabitado. Jamás entendí porque quiso que yo suba hasta el 1ero para quedarme ahí sin hacer nada, pero en ese momento me sentí Rambo en pollera. Papá subió (contra mi voluntad) al balcón del 2do, que sí está habitado pero no había nadie. Mientras él seguía subiendo yo me imaginaba qué les iba a explicar desde el 1er piso a mis vecinos del 2do sobre la escalera que dejó mi viejo en su balcón. No me parecía la mejor forma de presentarme. Ni siquiera se si es hombre o mujer. Moría de calor, no entendía como iba a salir de ese balcón, como estaba la tarta adentro del horno, porqué mi papá tardaba tanto, porqué no me habían llamado de groupon, si se había levantado el paro del lunes y tenía que ir a trabajar, si alguna vez mis compañeros de trabajo se iban a olvidar de esa frase desafortunada que dije ebria el viernes, que quería comprarme un jean nuevo, que papá se iba a enterar cuando entrara que volví a fumar y que como podía ser tan boluda de salir del depto sin llaves.
En fin, para mi fue eterno, pero en pocos minutos apareció papá con la escalera para que pueda bajar y darle un abrazo. Mi papá es un ídolo y mi domingo fue pura aventura.
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