27.9.11

Del verbo acosar: nada termina como empieza

Viste esas noches que no tenes ganas de salir y una amiga te pide que la acompañes al cumple de un amigo de ella en pleno Palermo y te da mucha paja pero por algún motivo decís que si?
Viste cuando llegas a la entrada del lugar y hay mucha cola y decis "esta es la mía, no me van a dejar entrar" pero el cumpleañero baja hasta la puerta y te hace pasar primera?
Viste cuando la entrada a un lugar donde ni queres ir sale $50 y decis "listo, no tengo un pe, no voy a gastar en esta garcha" y el cumpleañero te paga la entrada?
En eso estaba, en un boliche por Palermo con cara de orto rodeada de gente que me interesaba bastante poco, sobria, acalorada, sedienta, apretujada, dormida, aburrida, y sobre todo, bien caraculica. No se como serán sus caras de orto pero la mía es muy evidente. Me transformo en esos granaderos que no se pueden reir ni mover ni rascar la nariz, pero por decisión propia. En eso me doy cuenta de que estar ahí, inmóvil y pasandola mal no tenía sentido y decidí divertirme. Es raro eso de decidir que te vas a divertir de ahora en más, pero tengo una ciclotimia controlada que no se puede creer. Mentira, no controlo una mierda, solo me fui a comprar una cerveza a la barra para, por lo menos, dejar de ver la cara de los gomas que me rodeaban. Y de pronto, no recuerdo bien como (y este es un claro ejemplo de que cuando estoy sobria tampoco me acuerdo de las cosas) me encontré hablando con un pibe. Intentando hablar, para mi él solo emitía sonidos. Hablaba español pero con acento portugués. Lo que podríamos llamar portuñol. Una onda Anamá Ferreira pero con muchos menos años de práctica y mucha mejor pronunciación. Se llamaba (voy a inventar el nombre porque no lo recuerdo) Ronaldinho. No se si es creíble el nombre, pero es mi blog y mi anécdota y yo quiero que se llame así. Resulta que Ronaldinho decía ser brasilero y yo no le creía. Decía vivir viajando vendiendo artesanías y tampoco le creía. Así que me dijo "vení, te voy a mostrar..." y salimos del boliche. Dimos vuelta a la esquina y de adentro de una libustrina sacó un paño envuelto lleno de aros, collares y pulseras hechas con sus propias manos. Muy feo todo, no pude caretearlo. Pero igual me quedé charlando con él hasta las 6 am. Me contó TODA su vida, entendí 1/4, pero me fui a dormir, para no perder la costumbre, sola y enamorada.

Continuará...

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