25.8.11

Tarde de tortas

Recientemente fui lesbiana durante 12 horas. Si bien hay quienes dicen que tengo cierta tendencia homosexual, nadie tiene pruebas de nada. Y la realidad es que hay mujeres que me gustan estéticamente, pero nunca tuve un acercamiento físico con ninguna de ellas. Exceptuando una noche a los 16, que chapé con una amiga en un boliche porque estabamos muy ebrias y queríamos estarlo más aún a costa de unos pibes. Y funcionó. Después hay otra leyenda urbana que dice que el día de mi cumpleaños de alguno de los años que pasó, tuve un acercamiento de lenguas con una compañera de la facultad. Otra vez, nadie tiene pruebas, yo no tengo recuerdos, así que la información no es válida.
Pero esta semana, realmente fui lesbiana durante 12 horas. Vi una película donde la protagonista descubre que le gustan las mujeres y como soy un tanto hipocondríaca, me lo tomé personal. Esa noche no dormí. Me imaginé la reacción de mis familiares ante la noticia. Pensé a qué chicas que ya conocía les iba a tirar onda. Seleccioné mi vestuario lésbico del resto de la semana. Y cuando llegué al trabajo con cara de terror, al primer "estas bien? te pasa algo?" respondí "capaz soy lesbiana". Lo probé con dos personas, una solo se rió mucho y me dijo que estaba loca y la otra respondió "si no te gustara tanto la pija, podría ser". Me convenció, era una gilada. A los dos días me junté con mis amigas y se los conté. Primero se rieron y dijeron que no les sorprendería, pero después rememoraron hechos históricos que demuestran que, al parecer, es vox populi esto de que me cabe la pija. Repito: no está comprobado. Pero una vez un amigo creyó que era divertido escribir "Marian, te cabe la pija más que la vida misma" en la puerta de una casa y quedó como anécdota. Ya se que estoy diciendo muchas veces la palabra pija, pero como hoy es mi cumpleaños tengo todo permitido.
Pero volviendo al tema, mientras con mis amigas rememorábamos anécdotas de todo tipo me di cuenta de que no fui la única que fue lesbiana. Hubo una tarde donde todas fuimos tortas. El día que conocimos a Pequeña Hermana.

Continuará...

24.8.11

16.8.11

la última de cortinas

Está mal si mi gato me agujereó una cortina de baño?
Y está mal si en vez de retarlo compré otra?
Y está mal si esa cortina se la regalé al gato?
Y está mal si la saqué al balcón porque estorbaba?
Y está mal si un día llovió y yo la dejé ahí?
Y está mal si un día el viento la empezó a levantar y no hice nada?
Y está mal si cuando vi que no se voló porque se había quedado enganchada en la baranda la dejé volar y cayó en el balcón del primer piso?
Y está mal si cuando mi portero me vino a preguntar si era mía dije que no?
A mi gato le dije que la llevé al campo con sus hermanitos. Creo que me creyó.
Hay alguien que se sienta cortina de baño hoy?
Todos hablan tanto de cortinas de baño como yo?

9.8.11

ba....
bast.....
BASTA. 
Ay, lo dije. ¡Ay, qué bien se siente! Ya no aguanto más esta situación . Ya es insostenible. Ya no tengo ganas de seguir soportandolo. Ya no tengo paciencia. Ya dejé de ver el lado positivo. Ya dejé de disfrutar. Ya pensé soluciones. Ya las intenté. Ya entendí que no depende de mí. Ya me agoté. Ya no quiero saber más nada. Ya tengo las pelotas por el piso de que se me pegue la cortina de baño en el orto cuando me estoy duchando. BASTA, hoy me compro una mampara.


("La historia sin fin"  terminó. O sea , no terminó en la vida real
pero como "no tiene fin" terminó lo que tenía para contar,
entienden?)

8.8.11

La historia sin fin - parte 1

Empezar el secundario fue una de las cosas que más me costó en la vida. Estaba muy cómoda en el colegio donde había ido desde los 2 años. Capaz por eso (y porque quedaba a 5 cuadras de mi casa) los primeros meses (años ejem) seguí yendo a visitar, a saludar a las maestras y a mis compañeros que se habían quedado en el secundario del colegio. Digo quizás porque esa era la excusa, pero es momento de terminar con la mentira, no iba a eso. Iba porque desde cuarto grado estuve enamorada de un chico y así me enamoré de otro. Les explico, en cuarto grado conocí a Nicolás Benitez y me enamoré perdidamente. Lo acosé bastante. Tengo un anotador con todos los datos que sabía de él (nombre de la hermana, patente del auto de la mamá, fecha en la que comió un Frutare de frutilla -con el envoltorio robado del tacho- etc). Nicolás nunca me dio bola. Era rubio, obvio que no me iba a dar bola. Cuestión que, esas tardes que me escapaba de clase para mirarlo en el patio gris jugando al fútbol, empecé a charlar con sus amigos (que se escapaban del patio gris para no jugar al futbol) y así conocí a Peteco. Claro que Peteco no se llama Peteco, pero por cuestiones de privacidad (y esperanza de un futuro juntos) voy a evitar decir su nombre real. 
Peteco tenía dos años más que yo y trataba de hacerme gancho con Nicolás. Muchas ideas no tenía porque era tan sencillo como esposarnos a ambos y tirar la llave por el inodoro para que no nos podamos separar jamás. O planear una salida entre los tres y faltar. Pero no, a Peteco no se le ocurrió nada y no me quedó otra que olvidarme de Nicolás y enamorarme de él, que sí me hablaba. 
Los siguientes tres años hasta terminar la primaria lo amé en silencio. Pero eso no era ni más ni menos que el comienzo de una historia que, hasta el día de hoy, nunca terminó.

Continuará...